Nada cambia tanto el curso de nuestras vidas como lo hace la muerte. Hoy desperté por algunas horas de ese letargo que tenemos todos ante la idea de perder la vida. Nos sentimos intocables de manera tal que atinamos a pensar que la muerte nunca nos llegará. A las dos de la tarde del día de hoy, mi hermano perdió a un gran amigo. Vi que sus ojos aguantaban las lágrimas con una fuerza imperdonable. "Toño ha muerto", dijo firme, sólo para dejarme en claro que no quería que le responda palabra alguna.
Todo el dolor del mundo que deseo sentir ante la muerte sólo logra frustrarme. No quiero experimentar ese dolor. No quiero perder a nadie. Hoy murió el amigo de mi hermano, y el dolor lo siento como mío, lo siento injusto. Alguien no debe morir a los 24, eso debería estar prohibido. Un padre no debería asistir al funeral de su hijo, esas cosas no deben suceder.
La muerte es instantánea, volatil, inexistente. Me pregunto cuánto tiempo nos tomará morir? Que tal si escribo todo esto en vano? que la muerte sea algo grandioso, una experiencia inolvidable? En estos momentos tengo ganas de golpear a todos aquellos biólogos, médicos genetistas y a toda esa sarta de científicos estupidizados, que con sus gélidas teorías no hacen más que deshonrar la muerte, convertirla en una eventualidad, un dato. Tengo la certeza de que a todos nos gustaría sentir que nuestros muertos no se han ido en vano. Que ellos siguen con nosotros. Que ellos están, que sonríen.
Toño tu siempre estarás. Te veremos después.
PD: La imagen tiene que ver con los que se van. Los que se alejan de vez en cuando, pero que a la vez permanecen. No los olvidemos. Foto: P. Pellegrin