El hombre que convirtió al país en una gigantesca maquinaria de corrupción, sojuzgada por una burocracia de a peso, relaciones entre el estado y el narcotráfico que trastocan lo incestuoso y medios de comunicación prostituidos a los intereses del poder, se encontraba frente a mí. Sólo el vidrio del juzgado de la Base Naval nos separaba, y separaba las lecturas de reportajes periodísticos, las biografías, de la realidad.
El arequipeño, genio de la corruptela nacional, pone la piel de gallina. Su porte, rostro y mirada gélida me generó aquello que debió haber generado en sus tiempos Stalin, Mussolini, Hitler o Gobbels. Calculador al milímetro, se percibe el temple de quien es capaz de sostener sobre sus hombros todo un sistema maquiavélico de control del terrorismo por medios dudosos, asesinatos, conexiones con el narcotráfico, venta ilegal de armas, corrupción de funcionarios, etc.
Vladimiro Montesinos Torres (y sus compinches) maniataron al país durante diez años, con espíritu de genio, pero una moral podrida, de esas que ostentan los hijos de puta. Verlo en la sala de la Base Naval, fue un encuentro con la parte más oscura de nuestra historia reciente, con la verdad, con el poder, con el miedo.
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